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IDENTIDAD Y DIVERSIDAD CULTURAL

Identidad y diversidad cultural en La Edad de Oro: una revisión

Identity and cultural diversity in La Edad de Oro: a review

Alberto Velázquez López[1]

Ada Bertha Frómeta Fernández[2]

Resumen

La educación basada en la identidad y diversidad cultural es una necesidad de los momentos actuales como defensa de los pueblos ante la dominación hegemónica que impone la globalización neoliberal. Las escuelas y los medios de comunicación tienen el papel fundamental en este sentido, por ser esta una de sus funciones sociales. En José Martí encontramos una filosofía de la dignidad y resistencia cultural expuestos en la revista La Edad de Oro, la que fue dirigida a los niños de Latinoamérica por ser una región en la que se había cultivado sentimientos de inferioridad y sometimiento a modelos foráneos. El texto que elaboramos permite valorar la importancia y actualidad de las ideas martianas acerca de lo propio y diverso de nuestra realidad cultural y asumir una estrategia educativa liberadora basada en el reconocimiento de lo mejor de nuestra historia y realización social.

Palabras clave: cultura, identidad, diversidad cultural

Abstract

The education based on identity and cultural diversity, and it is a need of the current times as a way to defend peoples against the hegemonic domination imposed by neoliberal globalization. Schools and the media play a fundamental role as this is one of their social functions. In José Martí we find a philosophy of dignity and cultural resistance exposed in the magazine The Golden Age, which was aimed at the children of Latin America for being a region in which feelings of inferiority and submission to foreign models had been cultivated. The text that we elaborate allows us to value the importance, timeliness of Martí’s ideas about what is proper and diverse in our cultural reality, and to assume a liberating educational strategy based on the recognition of the best of our history and social achievement.

Keywords: culture, identity, cultural diversity

Introducción

Y así son los hombres, que cada uno cree que sólo lo que él piensa y ve es la verdad, y dice en verso y en prosa que no se debe creer sino lo que él cree, lo mismo que los cuatro ciegos del elefante, cuando lo que se ha de hacer es estudiar con cariño lo que los hombres han pensado y hecho, y eso da un gusto grande, que es ver que todos los hombres tienen las mismas penas, y la historia igual, y el mismo amor, y que el mundo es un templo hermoso, donde caben en paz los hombres todos de la tierra, porque todos han querido conocer la verdad, y han escrito en sus libros que es útil ser bueno, y han padecido y peleado por ser libres, libres en su tierra, libres en el pensamiento. (Martí, 1965a, p. 460)

La Edad de Oro es un proyecto cultural literario, por el modo en que se presenta, revista de la cual solo salieron cuatro números y con ella se inician en 1889 las publicaciones dirigidas a los niños y jóvenes de Latinoamérica. En su portada expresa ser una publicación de instrucción y recreación, para lo cual José Martí elabora y escoge textos sobre temas variados que son expuestos con originalidad, dirigidos a formar un pensamiento ético identificado con los héroes, la naturaleza, el arte, el trabajo y con los demás seres humanos.

Por su contenido y forma es una obra cultural en el sentido de exhibir a los latinoamericanos historias, modos de comportamiento de las personas y la promoción de los mejores valores creados por la humanidad en las diversas latitudes del planeta. Por otra parte, la instrucción y el recreo son dimensiones de lo cultural en tanto existen diversas formas de instruir y también de recrearse, cada pueblo asume sus modos en correspondencia a cómo conciben la vida colectiva y su interacción con la naturaleza.

Las dinámicas de la globalización y la dominación neoliberal imponen grandes transformaciones a las culturas originarias y autóctonas de los pueblos menos desarrollados, se vende el progreso a través de la copia de modelos y no son pocos los contenidos que se imparten que no tributen ingenuamente a esa colonización cultural que lleva al cambio de hábitos, gustos, costumbres. Este es un fenómeno viejo que Martí denunció en varios momentos en la revista La Edad de Oro, expone sus ideas al respecto, todo lo cual tiene vigencia en nuestro tiempo. Por su valor educativo para las presentes y futuras generaciones es que elaboramos este texto, con el objetivo de exponer las concepciones del Apóstol sobre la identidad y diversidad cultural.

El texto actual tiene como valor ser una exposición que reflexiona sobre la importancia de la cultura en el desarrollo humano, aspecto a inculcar con inteligencia y dominio en la educación en nuestros pueblos latinoamericanos ya que estos son la diana fundamental en la lucha de neocolonización. Toda alerta al respecto en necesario considerarlo y Martí nos da lecciones de defensa de nuestros valores culturales.

Desarrollo

La categoría cultura comienza a emplearse en la Antigüedad. Desde esa época hasta hoy ha tenido diversos usos, bien como erudición o modo de vida. Lo cierto es que los pueblos en la medida en que han evolucionado, asumen y evalúan desde sus ópticas su quehacer, se fijan en lo que hacen otros, copian o rechazan y también han impuesto sus modos o han sido sometidos culturalmente a través de creencias, políticas y estilos de vida.

En la misma medida que la humanidad ha avanzado se ha producido un proceso de crecimiento de los intercambios entre los pueblos, regiones, hemisferios. Ha sido un continuo avance en el que unos toman de los otros y ello ha llevado a lo que hoy se denomina proceso de globalización, de intercambio o imposición. Este proceso ha sido aparentemente comercial, pero en realidad es un fenómeno de intercambio y dominación cultural.

Ante tal situación, los pueblos oprimidos se han visto obligados a luchar y a resistir ante la dominación cultural que emplea métodos violentos o solapados, para modificar los estilos de vida, hábitos, tradiciones, creencias y los entornos naturales. Como proceso social complejo nunca se ha podido imponer totalmente la cultura invasora, su resultado ha sido una mezcla que no ha dejado de reproducir los conflictos, lo que ha conllevado a la formación de culturas sui géneris como es la latinoamericana o la cubana, donde no se reproduce lo europeo tal y como es.

Las categorías identidad y diversidad cultural, como construcciones conceptuales, tienen su origen en Latinoamérica desde el siglo XIX en que los procesos emancipadores de los pueblos tuvieron que reconocer rasgos, necesidades e intereses comunes desde lo territorial y generacional. Por ello, personalidades históricas como Simón Bolívar se detienen en determinar los elementos característicos de nuestra identidad y la defienden a partir de los valores que le aprecian, bien sean territoriales, históricos, idiomáticos, religiosos, artísticos, en fin, culturales. Estos elementos, los hacen propiedad de todas las personas que viven bajo el dominio colonial español que, a razón de cuentas, es el factor que más afecta el desarrollo de nuestra identidad por las formas de dominación empleadas, al no permitir el avance pleno de todos los habitantes y sus actividades sociales.

José Martí hereda esta tradición de lucha en defensa de la identidad y los modos de comprenderla, pero en él no solo influye la herencia latinoamericana, sino también los procesos políticos y culturales que se producen en Europa. De forma especial, influyen los procesos desarrollados en España, donde la burguesía lucha por una república en la que se exige la definición de identidades que hagan que el aragonés, el catalán y demás se sientan españoles.

Otro aspecto de connotación en la formación de la concepción martiana de la cultura y sus identidades, lo constituye su periplo por varios países de Latinoamérica. Esto le permitió comprender la cultura de la región, que a pesar de cuatro siglos de dominación no se había logrado imponer las tradiciones españolas. El resultado de la resistencia cultual latinoamericana, fue una cultura propia, diversa, con elementos africanos, españoles y principalmente de los pueblos indígenas.

Estos pueblos fueron explotados, masacrados, pero con pudieron eliminar sus bases culturales originarias, de ahí que se presenten al mundo como pueblos originales:

Toda obra nuestra, de nuestra América robusta, tendrá pues, inevitablemente, el sello de la civilización conquistadora, pero la mejorará, adelantará y asombrará con la energía y creador empuje de un pueblo en esencia distinto, superior en nobles ambiciones, y si herido, no muerto. ¡Ya revive!  (Martí, 1965b, p. 98)

Para la mejor comprensión del valor cultural de La Edad de Oro se hace necesario detenernos brevemente en las concepciones martianas sobre la historia y el desarrollo social:

... Estudiando se aprende eso: que el hombre es el mismo en todas partes, y aparece y crece de la misma manera, y hace y piensa las mismas cosas, sin más diferencia que la de la tierra en que vive, porque el hombre que nace en tierra de árboles y de flores piensa más en la hermosura y el adorno, y tiene más cosas que decir, que el que nace en una tierra fría, donde ve el cielo oscuro y su cueva en la roca. (Martí, 1965a, p. 357)

Y continúa en este mismo párrafo con una conclusión de importancia cardinal para comprender su concepción antropológica: “Y otra cosa se aprende, y es que donde nace el hombre salvaje, sin saber que hay ya pueblos en el mundo, empieza a vivir lo mismo que vivieron los hombres de hace miles de años” (Martí, 1965c, p. 357).

Con lo que reconoce la identidad histórica en el origen natural del hombre y de sus ideas o pensamientos, también que el desarrollo social está sujeto a condicionalidades de la naturaleza que actúan como regularidades, leyes objetivas, que rigen la existencia, evolución humana y de la sociedad en su conjunto. Martí comprende la cultura como hecho individual y colectivo, como meta e historia. El ascenso humano solo es posible si la creatividad y el talento individual están en función de los intereses colectivos: “No es la inteligencia, recibida y casual lo que da al hombre honor: sino el modo con que la usa y la salva” (Martí,1965c, p. 449).

Además, está la dimensión política pues: “no hay igualdad social posible sin igualdad cultural” (Martí,1965d, p. 28). Correspondiendo con la verdadera comprensión humanista universal, la búsqueda de la libertad real y equitativa para todos, no para una parte de la población: “La cultura, por lo que el talento brilla, tampoco es nuestra por entero, ni podemos disponer de ella para nuestro bien, sino es principalmente de nuestra patria, que nos la dio, y de la humanidad, a quien heredamos” (Martí, 1956e, p. 44).

En La Edad de Oro se encuentran las principales concepciones martianas al respecto, tanto de la esencia como del papel de la cultura en las diferentes esferas de la sociedad y su desenlace histórico. Estas están referidas, en su mayoría, a las esferas de la vida, privilegia la historian y desde ella realizan una exposición sobre el origen y las funciones del arte, la política, la religión, la ciencia y la técnica, manifestando el interés por el progreso humano, la defensa de la identidad y la necesidad del cambio.

La Edad de Oro es un proyecto cultural de progreso humano colectivo, muy diferente a las concepciones que sobre el desarrollo proliferaban desde el siglo XIX. En dichas concepciones, buscaban modelos para imitar a los países que despuntaban por sus arsenales, industriales, transporte y ciencia. Le presenta a los latinoamericanos textos literarios que en su contenido son reproducciones históricas, modos de comportamiento de las personas en las diversas latitudes del planeta y la promoción de los mejores valores espirituales y materiales creados por la humanidad, así como lo nefasto de algunos comportamientos en diversos pueblos.

José Martí se propone esta empresa con un objetivo concreto: “Para eso se publica La Edad de Oro: para que los niños americanos sepan cómo se vivía antes, y se vive hoy, en América, y en las demás tierras” (Martí, 1965a, p. 301). Hay magnas intenciones en la revista. En primer lugar, están sus ideales de redención humana y el logro de la verdadera libertad para nuestra región e insatisfacciones ante la independencia alcanzada en las nuevas repúblicas latinoamericanas. En segundo lugar, sus concepciones humanistas al haber podido comprender cuánto se había discriminado nuestra cultura como resultado de los procesos de dominación y globalización capitalista europea.

En tercer lugar, se evidencia que no solo se vive un proceso de globalización capitalista, sino también un proceso de tránsito económico-social y de pensamiento, que requiere ser orientado hacia un humanismo más racional. Es formar en los humanos la necesidad del cambio defendiendo lo que hemos sido y somos, como único modo de llegar a ser mejores: la protección y definición de los valores históricos para seguir haciendo historia.

La solución a los problemas no puede ser solo desde lo económico o científico técnico, sino desde lo cultural en su integralidad, que no es asumir un solo modelo por considerarlo el más avanzado o mejor por la cantidad de ciudades o inventos que ha sido capaz de crear, implica asumir uno nuevo de avance basado en la reivindicación e integración cultural de todos. Ubicándonos en nuestra región, tampoco se trata de copiar el modelo mexicano, venezolano o de Centroamérica, somos una región que, aunque compartimos un mismo idioma e historia, no somos un bloque homogéneo. De aquí la contradicción manifiesta entre lo que somos y queremos ser, en cómo son nuestros pueblos por los modos de vivir, comportarse, producir y reproducirse espiritual y materialmente:

No se puede leer sin ternura, y sin ver como flores y plumas por el aire, uno de esos buenos libros viejos forrados de pergamino, que hablan de la América de los indios, de sus ciudades y de sus fiestas, del mérito de sus artes y de la gracia de sus costumbres. (Martí, 1965a, p. 380)

El mayor conflicto está entre la cultura impuesta, la de los pueblos originarios y la que resulta de su mezcla, que nunca es de unificación porque la originaria fue discriminada, subvalorada y hasta aniquilada en muchos lugares. También para la región hay otro conflicto, no nos conocemos entre sí. En La Edad de Oro, Martí busca solución a estos conflictos desde una posición totalmente diferente a la empleada hasta ese momento, que era la de contraponer las culturas, su visión es de integración, respeto y admiración.

Esta comprensión de la identidad cultural tiene un alto valor para la época desde el punto de vista filosófico, porque no es la identidad uniforme, sino en su relación con la diversidad que determina la historia construida por cada pueblo, el entorno físico donde se desarrolla cada uno, su leguaje, sistemas políticos y experiencias propias. Estas características hacen que cada pueblo, a la vez que comparte similitudes, tenga sus propias particularidades expresadas en cómo han transformado su medio físico y han formado a hombres y mujeres con modos particulares de hablar, alimentarse, trabajar y relacionarse con los otros pueblos y entre ellos mismos.

En La Edad de Oro hay una filosofía de la cultura, tanto como modo de actuación y convivencia, como de la evolución histórico-cultural:

Así nacen los pueblos hoy mismo. El salvaje imita las grutas de los bosques o los agujeros de la roca: luego ve el mundo hermoso, y siente con el cariño deseo de regalar, y se mira el cuerpo en el agua del río, y va imitando en la madera y la piedra de sus casas todo lo que le parece hermosura, su cuerpo de hombre, los pájaros, una flor, el tronco y la copa de los árboles. Y cada pueblo crece imitando lo que ve a su alrededor, haciendo sus casas como las hacen sus vecinos, enseñándose en sus casas como es, si de clima frío o de tierra caliente, si pacífico o amigo de pelear, si artístico y natural, o vano y ostentoso. (Martí, 1965a, p. 412)

Al respecto, “Pero los pueblos de ahora crecen más de prisa, porque se juntan con los pueblos más viejos, y aprenden con ellos lo que no saben; no como antes, que tenían que ir poco a poco descubriéndolo todo ellos mismos” (Martí, 1965a p. 358).

Al aseverar que La Edad de Oro es una obra cultural, es porque en sus páginas están referidos todos los continentes, las diversas etapas y épocas por las que ha pasado la humanidad, las distintas artes y formas de la conciencia social. Europa la menciona nueve veces, Asia siete, África 11 y América 27, de ellos, 50 países y 93 ciudades. Curioso es que a Cuba la menciona una sola vez. Alude a 210 personajes y personalidades de todas las partes del mundo: mitológicos, literarios, políticos, artistas, historiadores, clérigos; de diversas épocas, esto aporta por sí mismo un amplio conocimiento cultural en lo histórico, literario y de las artes.

El lugar central lo ocupa América Latina y se apoya en las culturas de otras regiones para exponer similitudes más que diferencias o hacer comparaciones, no es su objetivo comparar las diversas culturas. En la revista, en primer lugar, están los hombres más grandes de América Latina: Bolívar, San Martín e Hidalgo y junto a ellos sus pueblos bravos, nobles, laboriosos, dignos, limpios, como los califica Martí.

De nuestra América en Las ruinas indias inicia expresando que: “No habría poema más triste y hermoso que el que se puede sacar de la historia americana” (Martí, 1965a, p. 380), sin embargo, culmina diciendo con exaltación: “¡Qué novela tan linda la historia de América!” (Martí, 1965a, p. 380). También que:

No se puede leer sin ternura, y sin ver como flores y plumas por el aire, uno de esos buenos libros viejos forrados de pergamino, que hablan de la América de los indios, de sus ciudades y de sus fiestas, del mérito de sus artes y de la gracia de sus costumbres (...) Ellos imaginaron su gobierno, su religión, su arte, su guerra, su arquitectura, su industria, su poesía. Todo lo suyo es interesante, atrevido, nuevo. Fue una raza artística, inteligente y limpia. Se leen como una novela las historias de los nahuales y mayas de México, de los chibchas de Colombia, de los cumanagotos de Venezuela, de los quechuas del Perú, de los aimaraes de Bolivia, de los charrúas del Uruguay, de los araucanos de Chile. (Martí, 1965a, p. 380)

La realidad es que: “… de los indios han dicho más de lo justo en estas cosas los españoles vencedores, que exageraban o inventaban los defectos de la raza vencida, para que la crueldad con que la trataron pareciese justa y conveniente al mundo” (Martí, 1965a, 382). La imagen que Martí da de los indígenas tiene un alto valor para la época, pues la discriminación al mestizo, al indio y al negro, heredada del colonialismo y con los matices ideológicos que aportaban las nuevas clases pudientes, seguía siendo una forma de limitarles todo tipo de poder económico, político y cultural, tanto para el acceso como para la creación.

Martí también llama la atención sobre que:

Los indios de México tenían, cuando vinieron los españoles, esa misma danza del palo. Tenían juegos muy lindos los indios de México. Eran hombres muy finos y trabajadores, y no conocían la pólvora y las balas como los soldados del español Cortés, pero su ciudad era como de plata, y la plata misma la labraban como un encaje, con tanta delicadeza como en la mejor joyería. (Martí, 1965a, p. 342)

En sus juegos eran tan ligeros y originales como en sus trabajos. Esa danza del palo fue entre los indios una diversión de mucha agilidad y atrevimiento; porque se echaban desde lo alto del palo, que tenía unas veinte varas, y venían por el aire dando volteos y haciendo pruebas de gimnasio sin sujetarse más que con la soga, que ellos tejían muy fina y fuerte, y llamaban metate. (Martí, 1965a, p. 342)

Dicen que estremecía ver aquel atrevimiento; y un libro viejo cuenta que era “horrible y espantoso, que llena de congojas y asusta el mirarlo” (…) Pero los indios de México jugaban al palo tan bien como el inglés más rubio, o el canario de más espaldas; y no era sólo el defenderse con él lo que sabían, sino jugar con el palo a equilibrios, como los que hacen ahora los japoneses y los moros kabilas (…) Y los indios tenían su ajedrez, y sus jugadores de manos, que se comían la lana encendida y la echaban por la nariz. (Martí, 1965a, p. 342)

En América no parece que vivían así los hombres de aquel tiempo, sino que andaban juntos en pueblos, y no en familias sueltas… América del Sur, los indios viven en ciudades lacustres, lo mismo que las que había hace cientos de siglos en los lagos de Suiza. (Martí, 1965a, p. 354)

Se hace uno de amigos leyendo aquellos libros viejos. Allí hay héroes, y santos, y enamorados, y poetas, y apóstoles. Allí se describen pirámides más grandes que las de Egipto; y hazañas de aquellos gigantes que vencieron a las fieras; y batallas de gigantes y hombres; y dioses que pasan por el viento echando semillas de pueblos sobre el mundo; y robos de princesas que pusieron a los pueblos a pelear hasta morir; y peleas de pecho a pecho, con bravura que no parece de hombres; y la defensa de las ciudades viciosas contra los hombres fuertes que venían de las tierras del Norte; y la vida variada, simpática y trabajadora de sus circos y templos, de sus canales y talleres, de sus tribunales y mercados. (Martí, 1965a, p. 381)

Según refirieron algunos cronistas e historiadores, históricamente nuestras culturas han sido vilipendiadas y acusadas de bárbara por los sacrificios humanos dedicados a los dioses. Martí expone cómo también lo han hecho en otros pueblos y denuncia principalmente a los colonizadores españoles que se la dan de civilizados por el hecho de ser cristianos, motivo empleado para justificar todos los atropellos a los pueblos conquistados.

Martí comprende la cultura en estrecha relación con la producción material, así se ve en textos como La historia del hombre contada por sus casas, Las ruinas indias, La exposición de París y Un paseo por la tierra de los anamitas. En estas obras, junto a las condiciones naturales de cada lugar y las inteligencias humanas que se desarrollan desde la experiencia histórica, laboral, de guerra, artística; es posible la formación de identidades humanas.

La cultura religiosa es otro de los temas tratados en la revista, no como adoctrinamiento o defensa de una religión, sino la explicación de sus orígenes y funciones sociales. Es conocido que una de las causas de que la revista no continuara publicándose fueron las desavenencias entre el editor D´Acosta y Martí, porque él se opuso a publicar textos religiosos. Defiende la libertad de pensamiento y la educación laica. Sin embargo, hay una referencia a la religión como cultura, su diversidad y en especial a las creencias, porque en ellas pudo apreciar valores e identidades.

En La Ilíada, de Homero, refiere una de sus funciones históricas de la religión, al estar en relación con el poder político. Al respecto plantea:

Y como los hombres son soberbios, y no quieren confesar que otro hombre sea más fuerte o más inteligente que ellos, cuando había un hombre fuerte o inteligente que se hacía rey por su poder, decían que era hijo de los dioses. Y los reyes se alegraban de que los pueblos creyesen esto; y los sacerdotes decían que era verdad, para que los reyes les estuvieran agradecidos y los ayudaran. Y así mandaban juntos los sacerdotes y los reyes. (Martí, 1965a, p. 328)

Aquí también expone las causas gnoseológicas y psicológicas que dieron origen a la religión:

como que son los hombres los que inventan los dioses a su semejanza, y cada pueblo imagina un cielo diferente, con divinidades que viven y piensan lo mismo que el pueblo que las ha creado y las adora en los templos: porque el hombre se ve pequeño ante la naturaleza que lo crea y lo mata, y siente la necesidad de creer en algo poderoso, y de rogarle, para que lo trate bien en el mundo, y para que no le quite la vida. (Martí, 1965a, p. 330)

Lugar especial le presta al budismo y sus cultos, religión poco conocida en la Latinoamérica, aunque ya los emigrantes chinos que llegaban al hemisferio occidental traían sus cultos. Al respecto expone:

Buda es su gran dios, que no fue dios cuando vivió de veras, sino un príncipe bueno, tan fuerte de cuerpo que mano a mano echaba por tierra a leones jóvenes, y tan hermoso que lo quería como a su corazón el que lo veía una vez, y de tanto pensamiento que no podían los doctores discutir con él, porque de niño sabía más que los doctores más sabios y viejos. (Martí, 1965a, p. 464)

En Cuentos de elefantes dice:

En Siam no es sólo cariño lo que le tienen al elefante, sino adoración, cuando es de piel clara, que allí creen divina, porque la religión siamesa les enseña que Buda vive en todas partes, y en todos los seres, y unas veces en unos y otras en otros, y como no hay vivo de más cuerpo que el elefante, ni color que haga pensar más en la pureza que lo blanco, al elefante blanco adoran, como si en él hubiera más de Buda que en los demás seres vivos. (Martí, 1965a, p. 488-489)

En relación con la ética en Un paseo por la tierra de los anamitas nos expresa:

Esas son cosas que los hombres sueñan, y llaman demonios a los consejos malos que vienen de lado feo del corazón; sólo que como el hombre se ve con cuerpo y nombre, pone nombre y cuerpo, como si fuesen personas, a todos los poderes y fuerzas que imagina: ¡y ése es poder de veras, el que viene de lo feo del corazón, y dice al hombre que viva para sus gustos más que para sus deberes, cuando la verdad es que no hay gusto mayor, no hay delicia más grande, que la vida de un hombre que cumple con su deber, que está lleno alrededor de espinas! (Martí, 1965a, p. 466)

También está la crítica al fanatismo, pues para Martí: “La superstición y la ignorancia hacen bárbaros a los hombres en todos los pueblos” (Martí, 1965a, p. 382), y las nefastas consecuencias que trajo para México cuando la conquista, pues por creencias religiosas se traicionó a la patria:

Las armas de fuego y las armaduras de hierro de los españoles no amedrentaron a los héroes indios; pero ya no quería obedecer a sus héroes el pueblo fanático, que creyó que aquéllos eran los soldados del dios, Quetzalcoatl que los sacerdotes les anunciaban que volvería del cielo a libertarlos de la tiranía. (Martí, 1965a, p. 382)

En contraposición al fanatismo y la corrupción eclesiástica de la época nos presenta al Padre Bartolomé de las Casas, de quien refiere:

Él los vio quemar, los vio mirar con desprecio desde la hoguera a sus verdugos; y ya nunca se puso más que el jubón negro ni cargó caña de oro, como los otros licenciados ricos y regordetes, sino que se fue a consolar a los indios por el monte, sin más ayuda que su bastón de rama de árbol. (Martí, 1965a, p. 442)

Sabía religión y leyes, y autores latinos, que era cuanto en su tiempo se aprendía; pero todo lo usaba hábilmente para defender el derecho del hombre a la libertad, y el deber de los gobernantes de respetárselo. Eso era mucho decir, porque por eso quemaban entonces a los hombres. (Martí, 1965a, p. 444)

José Martí presenta en La Edad de Oro aspectos de arte, ciencia, historia, religión o ética. Además, ofrece contextos de alto valor conceptual y metodológico en formas muy particulares de historiar, descripciones de los modos de vida y formas de ser de las personas, con lo que se adelantó a lo que el siglo XX se conformaría en ramas del saber conocidas como, la antropología cultural, la etnografía o la psicología social.

En la actualidad, las artes militares se han desarrollado en extremo, al igual que los medios de comunicación y la producción cultural, sin embargo, la discriminación cultural no ha cesado. Las luchas entre pueblos ricos y otros cuyas riquezas naturales lejos de fortalecerlos los convierte en amenazados, por las más diversas formas de explotación y dominación, continúa. Aunque todo cambie, cuando de lucha se trata, hay que reconocer el valor filosófico y educativo de la sentencia martiana cuando nos dice que:

Antes todo se hacía con los puños: ahora, la fuerza está en el saber, más que en los puñetazos; aunque es bueno aprender a defenderse, porque siempre hay gente bestial en el mundo, y porque la fuerza da salud, y porque se ha de estar pronto a pelear, para cuando un pueblo ladrón quiera venir a robarnos nuestro pueblo. Para eso es bueno ser fuerte de cuerpo; pero para lo demás de la vida, la fuerza está en saber mucho, como dice Meñique. (Martí, 1965a, p. 349)

Conclusiones

Hoy en el siglo XXI, La Edad de Oro, sigue siendo una obra magna, pues en realidad la humanidad ha avanzado poco en la solución de sus problemas y conflictos culturales y de otras dimensiones humanas. A más de 120 años La Edad de Oro, se sigue leyendo y estudiando esta publicación y los pueblos comprenden que el mejor proyecto de desarrollo es aquel que se basa el fomento de la cultura humanista, solidaria, patriótica.

En todas las épocas la cultura ha sido el mejor resultado de la actividad humana, tener conciencia del valor que posee para los pueblos latinoamericanos, para cada hombre o mujer por la forma en que imagina su realidad, la hace viva y fuerte ante cualquier tipo de colonización, como el mejor de los tributos heredados, se convierte en deber estudiarla, conocerla y sentirse portador de este modo de ser. En esta época donde la colonización es principalmente cognitiva, en fin, cultural, defender la identidad y diversidad es el deber principal de todo el que tenga sentido de la utilidad de la virtud individual y colectiva.

La comprensión que hace José Martí de la cultura, de lo nuestro como patrimonio colectivo de humanidad, de herencia y progreso, es de alto valor ético, estético y político, como recurso de protección de lo nuestro, de observación profunda de los demás modos de ser en otras latitudes, de aprender de todas, pero alertas ante todo modismo o intento de colonización. En su concepción del progreso está el acercamiento cultural y no la copia de modelos ni el culto a lo foráneo.

Referencias

Martí, J. (1965a). La Edad de Oro. En Obras Completas, tomo 18. Editora Nacional de Cuba.

Martí, J. (1965b). Los códigos nuevos. En Obras Completas, tomo 7. Editora Nacional de Cuba.

Martí, J. (1965c). Carta a José M. Vargas Vila. En Obras Completas, tomo 20. Editora Nacional de Cuba.

Martí, J. (1965d). El plato de lentejas. En Obras Completas, tomo 3. Editora Nacional de Cuba.

Martí, J. (1965e). Carta al señor Director de La Nación, Nueva York. En Obras Completas, Tomo 12. Editora Nacional de Cuba.

Alberto Velázquez López, Ada Bertha Frómeta Fernández


[1] Doctor en Ciencias Filosóficas y Profesor Titular de la Universidad de Las Tunas, Cuba. E-mail: albertvelazquezlopez@gmail.com ORCID: https://orcid.org/0000-0003-2897-9452 

[2] Doctora en Ciencias Filosóficas y Profesora Titular de la Universidad de Las Tunas, Cuba. Fallecida en 2011. ORCID: https://orcid.org/0000-0002-5361-1636